Por: Daniel Miralles*
En la campaña 2020/21 la Argentina puede producir más de 20 millones de toneladas de cereales invernales, equivalentes a un ingreso de divisas para nuestro país de más de 3.000 millones de dólares.
Esta campaña 2020/21 está marcada por una pandemia (Covid-19) que amenaza seriamente la salud de los humanos, ha alterado la rutina diaria de millones de personas y afectará seriamente la economía. Es importante pensar cómo se recompondrá la economía de los distintos países una vez finalizado el período de restricción productiva al que necesariamente se ha tenido que recurrir para poder sostener fuera del colapso los sistemas sanitarios de los países. En este escenario, Argentina mantiene su estructura más importante de generación de recursos, el complejo agropecuario, plenamente activo. Por ello, considero que entender algunos números, sin ser economista, puede ayudar a conocer la importancia de este sector.
Sin duda todos conocemos que la Argentina es un país agroexportador y que, como cualquier otro país, cuantos más ingresos de divisas tenga, producto de las exportaciones que impliquen balanzas comerciales positivas, mayor respaldo tendrá la moneda local para mantener su estabilidad y valor de apreciación respecto de otras monedas de referencia, como por ejemplo el dólar. En términos generales todos sabemos que la Argentina exporta granos, carnes y otros productos, como commodities y subproductos de valor agregado vinculados a la actividad agropecuaria. ¿Pero conocemos realmente como sociedad la importancia que tiene el sector como generador de divisas?
Para responder esta pregunta creo que lo mejor es ponerle números a lo descripto. En el último año 2019 la Argentina generó exportaciones por más de 65 mil millones de dólares, según el INDEC. Si hacemos una visión retrospectiva, en los últimos cinco años la tasa de incremento de las exportaciones de la Argentina fue de 2.053 millones de dólares por año. Del total de las exportaciones, la actividad agropecuaria -que involucra los complejos de cereales, oleaginosos, carne/cueros y la actividad ictícola- representó en los últimos cinco años un 64% del total exportado por la Argentina, y en el último año (2019), fue de un 62%, lo que representó un total de más de 40 mil millones de dólares que fueron aportados por el sector agropecuario.
Para que podamos tener una comparación con otros sectores que conforman la económica del país, el sector automotriz participó con el 11% del total exportado, mientras que el sector petrolero represento menos del 8% y el siderúrgico aportó solo el 1% al total exportado por la Argentina en el último año. Creo que no quedan dudas del impacto que tiene el sector, no sólo en términos de ingreso de divisas sino también como aporte directo de ingreso de dinero al estado nacional a través de las retenciones practicadas al agro. El ingreso por retenciones en el año 2019 fue de 330 mil millones de pesos, que representó casi el 7% del total de los recursos tributarios de la Argentina.
En unas pocas semanas se inicia en la Argentina la siembra de los cultivos de “fina”, es decir de trigo y cebada, siendo ambos los cereales más importantes no sólo en la Argentina sino en el mundo. La mayor parte de los granos producidos en la Argentina a partir de los cultivos de invierno se exportan, generando un importante ingreso de dinero para el país. Solo el complejo cerealero (maíz, trigo, cebada y arroz) representa el 47% de la tasa de aumento en el total de las exportaciones, con cerca de 1000 millones de dólares por año de incremento, si consideramos los últimos 5 años a partir de los datos del INDEC.
El complejo cerealero incrementó en los últimos cinco años su aporte al total de las exportaciones de la Argentina, pasando del 9,5% (2015) al 15,4% (2019). De este modo, el complejo cerealero y en particular el cultivo de trigo incrementó sustancialmente el volumen exportado pasando de 1.300 (2015) a 2.800 (2019) millones dólares, lo que representó pasar del 2% al 4,4% del total exportado. En el mismo sentido se incrementó el volumen de producción del cultivo alcanzando en la actualidad más de 18 millones de toneladas anuales, dejando un excedente para exportación luego de cubrir las necesidades del mercado interno (molienda y provisión de semillas) de 12 millones de toneladas.
Se ha promovido recurrentemente la hipótesis que un mayor volumen de exportaciones de cereales y en particular de trigo implicarían un incremento en los valores del pan en el mercado interno. Para dar respuesta a estar pregunta es importante nuevamente remitirse a los números: En los últimos cinco años el precio internacional del cultivo de trigo (considerando un promedio de la cotización en la Argentina para el precio pizarra), paso de 140 (en 2015) a 200 dólares por tonelada (2020). Es decir que en cinco años se incrementó un 43% lo que implica una tasa de incremento de un 13% anual. Por otro lado, el precio del pan en la Argentina paso de 24 (en 2015) a un poco más de 110 pesos el kilogramo en la actualidad, lo que implica un aumento en los últimos cinco años de 450%, es decir a una tasa de 90% por año. Inmediatamente surge otra pregunta: ¿Debemos restringir las exportaciones de trigo para preservar el precio interno del pan siendo este un alimento básico en la mesa de los Argentinos? La respuesta es muy simple y directa, claramente no, ya que no hay ninguna relación entre los incrementos de los precios internos (al menos en términos de magnitudes) y los valores de exportación del cultivo de trigo.
La Argentina tiene la posibilidad de producir cerca 20 millones de toneladas de cereales invernales (considerando trigo y cebada como principales actores de los cereales invernales), lo que implica un ingreso de divisas para la Argentina de más de 3000 millones de dólares hacia fines del año 2020 e inicios de 2021, en un escenario dominado por la recesión económica de los sectores más afectados por la pandemia (PYMES, pequeños comercios, cuentapropistas, etc.). En un escenario mundial severamente afectado por la pandemia y posiblemente con incrementos de los precios de los commodities (simplemente traccionado por la relación entre oferta y demanda), la posibilidad para la Argentina como país agroexportador es muy alentadora no deberíamos desaprovecharla. Los productores de la Argentina deberían pensar que en un escenario de relación Producto:Insumo favorable y con una demanda creciente para exportar los granos la tecnología debería aplicarse en toda su magnitud en los cereales. Ya hemos tenido la triste experiencia de los “trigos baratos” con muy pocos insumos en un escenario de los mercados restringidos para la exportación y con una calidad (proteína y gluten) empobrecida. No podemos darnos el lujo de cometer errores del pasado en el sector que aporta más de la mitad de las divisas que genera la Argentina.
* Daniel Miralles es Profesor de la cátedra de Cerealicultura (FAUBA) e Investigador Superior del Conicet.