Un productor y contratista cordobés cuenta cómo es su relación con los fierros, la tecnología y la mística del campo.
Cristian Andrada tiene 51 años, mucha experiencia y pasión por el agro. Nació en el campo y desde muy joven trabaja ahí, en la zona de Villa Ascasubi, en el centro-sur cordobés. Contratista y agricultor, produce en 600 hectáreas alquiladas donde cultiva soja y maíz. “Ahí trabajamos con nuestras propias máquinas y, como contratista, también hacemos cosecha, siembra y fumigación en otros campos. En total, debemos cubrir entre 3.500 y 4.000 hectáreas”, calcula.
Para ello cuenta con dos cosechadoras CLAAS de su propiedad -una LEXION 780 y una TUCANO 570- y está a cargo de dos cosechadoras LEXION 8800 de Agropecuaria Petitti, una empresa con campos en Río Tercero (Córdoba) y Quimilí (Santiago del Estero).
A la hora de hablar de las máquinas, este contratista y productor no oculta sus preferencias. “Desde que arrancamos con CLAAS siempre nos gustó la marca y uno empieza a hacerse fanático”, confiesa. ¿Los motivos? “Son máquinas que andan muy bien donde las pongas, con verde o menos verde, no te fallan y son de bajo consumo”, pondera.
¿Pero cuándo empezó esta pasión? “En 1999, todavía era chico y manejaba todo mi papá. Él conoció CLAAS por un folleto y le llamó mucho la atención una MEGA 218. Jamás la había visto, pero decidió comprar esa cosechadora; creo que fue una intuición. CLAAS le dio una buena financiación y así empezamos con la marca. Mi papá se jugó la vida”, bromea. Desde ese momento, hace 25 años, los Andrada decidieron dedicarse a los servicios de cosecha.
“Y el verde de CLAAS te conquista, empezás a pintar la tolva, la casilla y hasta el galpón del color de la marca. Así te vas haciendo fanático; te gusta porque conocés al mecánico, al vendedor y a la máquina en sí; cómo es su personalidad, lo que tiene y no tiene. Es como una persona que conocés de hace mucho tiempo, la psicología de la máquina es lo mismo”, dice.
Para Andrada, el campo es una pasión que traspasa generaciones. Él la heredó de su padre y ahora la transmite a su hijo. “A él le gustan demasiado los fierros, es como yo. Siempre tuve el acompañamiento de mi familia. Las tareas en el campo son muchas y hay que estar constantemente atento a todos los frentes. Yo estoy en Quimilí atendiendo las máquinas de Agropecuaria Pettiti; mi hijo está cosechando en el norte de Córdoba con nuestra LEXION; la TUCANO está ahora en el galpón, y mi señora está con la niña en el campo… Estamos todos involucrados en esto”, enfatiza. En la actualidad, además de padre e hijo, en la empresa de los Andrada, trabajan tres empleados fijos y uno que se suma en época de cosecha.
Desde que Cristian es usuario de CLAAS ha comprobado por sí mismo la evolución de los nuevos modelos en cuanto a volumen de trilla. “Cada versión nueva viene con una mejora importante. La evolución es siempre continua y notoria; de la LEXION 780 a la LEXION 8800 hay mucha diferencia. Y eso lo notás en el rendimiento. Año a año hay un salto tecnológico notorio no sólo en cuanto a motor, sino a la tecnología, a los platos variables, etcétera”, resume.
Otro aspecto que destaca de las cosechadoras CLAAS es su eficiencia en el consumo de combustible. “Es raro que supere los 8 o 9 litros por hectárea. Yo escucho a usuarios de otras cosechadoras lo que gastan en combustible y creo que, con la plata que ahorramos en gas oil con la CLAAS podemos hacer funcionar además el tractor de la tolva y la camioneta. Eso ayuda mucho, más en este país”, remarca. Además, valora la cercanía con los técnicos. “Cuando compramos con mi papá la MEGA 218, los chicos venían de Sunchales a mi casa, y estaban a 400 kilómetros, a cinco horas de mi casa. Hoy en día todo está más cerca, pero la predisposición de los mecánicos sigue siendo excelente y el servicio técnico el mejor. Y cuando tenés un problema, esos mecánicos valen oro porque se juegan la vida para que tengas la máquina en condiciones de salir a trabajar”, pondera.
Andrada tiene en claro que los tiempos han cambiando y que la agricultura no es la misma que en la década del ‘90, cuando era joven. Sabe que la tecnología digital ha llegado para revolucionar el agro y busca adaptarse a la nueva era pero sin perder la mística que lo llevó a superar todo tipo de desafíos. “Yo manejo la tecnología al 50%”, admite “pero los empleados que trabajan conmigo son chicos jóvenes que la tienen muy clara, les gusta y la entienden rápido. Entonces, todo lo que es tecnología lo manejan ellos y todo lo que es mecánico lo manejo yo. Después me explican un poco y también aprendo”, comenta.
El secreto está en que una generación complemente a la otra, porque experiencia e innovación no son conceptos excluyentes. “El año pasado teníamos que cosechar un maíz húmedo y uno de los chicos creía que la máquina no iba a poder entrar. Pero yo le dije que la CLAAS iba a andar bien. ‘Vos mañana agarrala y hace así, de esta manera’, le dije. Y la CLAAS anduvo. Son muchos años de conocer estas máquinas, de entenderlas, de saber lo que sí y lo que no”, subraya. Algo así como un psicólogo de máquinas.