En los últimos años la reposición de nutrientes del suelo viene creciendo, pero todavía no alcanza a compensar lo extraído por la producción agrícola. Entre 1993 y 2020 el costo de ese balance negativo, considerando el valor promedio de los fertilizantes, equivalió a unos 20.000 millones de dólares. Sin embargo, el ingeniero agrónomo Fernando García muestra que la fertilización tiene una alta rentabilidad a través del fuerte incremento productivo que genera cada kilo de nutrientes aportado.
Al inaugurar el ciclo de conferencias “Fertilizar más y mejor” organizado por Profertil, la mayor empresa de fertilizantes del país, el especialista Fernando García detalló la situación actual del balance de nutrientes en los principales cultivos del país. En la presentación, Mirta Toribio -Coordinadora de Investigación y Desarrollo de Profertil- indicó que “sabemos el doble desafío que tenemos todos, que es producir más para una población creciente, cuidando el medioambiente, es decir pensando en la sustentabilidad de los sistemas productivos y para ello es indispensable capacitarnos, generar datos locales y trabajar con las mejores prácticas de manejo para la nutrición”.
La sostenida demanda mundial de alimentos, fibras y biomateriales requiere de aumentos en la producción agrícola con el desafío, y la oportunidad, de desacoplar esos incrementos en producción de externalidades sociales y ambientales negativas. En este marco, la nutrición de suelos y cultivos constituye un factor necesario para que el sistema de producción sea efectivo y eficiente en el uso de recursos e insumos. Los nutrientes del suelo y el aporte externo de los mismos vía fertilizantes, enmiendas, abonos orgánicos y reciclados, constituyen recursos e insumos vitales para la intensificación sustentable de la producción agrícola. Ese fue el marco que describió el ingeniero agrónomo Fernando García al iniciar su conferencia sobre Balances de Nutrientes y Brechas de Rendimiento en la Argentina.
“En nuestro país, los balances de nutrientes, es decir la diferencia entre los nutrientes que aplicamos con fertilizantes, abonos y enmiendas, y los que removemos en granos o forraje, han sido históricamente negativos” indicó el especialista en nutrición vegetal y de suelos. García explicó que hasta mediados de la década de 1990 se reponía 20-30% del nitrógeno y del fósforo removido en los granos. “A partir de ahí esa reposición mejoró con el incremento en el uso de fertilizantes, pero hasta el día de hoy es negativa, llegando al 40-60% del nitrógeno y el 50-70% del fósforo en los mejores años”. El especialista señaló que estos déficit o balances negativos de nutrientes se han ido acumulando a través de los años, y que se pueden estimar entre 1993 y 2020 pérdidas acumuladas de nutrientes de aproximadamente 13.7 millones de toneladas de nitrógeno, 3.4 de fósforo, 19.9 de potasio y 3 de azufre. “El costo de este balance negativo entre 1993 y 2020, considerando un valor promedio de los fertilizantes, equivaldría a aproximadamente 20 mil millones de dólares”.
“En los suelos pampeanos, de alta fertilidad en su condición prístina -agregó García-, los balances de nutrientes negativos, asociados a otras problemáticas en el manejo de suelos, han resultado en caídas significativas en la fertilidad”. El reconocido especialista explicó que el relevamiento de suelos pampeanos realizado en 2018 por el INTA y la Asociación Fertilizar, muestra una importante disminución de los niveles de materia orgánica y caídas en el pH, fósforo, cationes y micronutrientes como zinc y boro. En el caso de la materia orgánica, por sus numerosas propiedades y su importancia en la calidad y salud del suelo, ésta pérdida va mucho más allá de su función como reservorio de los principales nutrientes (nitrógeno, fósforo, azufre, zinc, etc.) y está asociada fundamentalmente a la falta de rotaciones (monoculturas) y períodos de barbechos desnudos prolongados que reducen la incorporación de carbono.
Brechas de rendimiento
Fernando García indicó que la información generada en los últimos años a través del proyecto “Atlas Global de Brechas de Rendimiento”, que en nuestro país incluye investigadores de INTA, CONICET y universidades indica que las brechas de rendimiento entre los promedios actuales y los alcanzables en condiciones de secano son del 30-40% en trigo, maíz y soja. Estas brechas de rendimiento pueden ser atribuidas a numerosos factores de producción, pero sin lugar a duda, la correcta nutrición de suelos y cultivos juega un rol fundamental. “En ensayos de largo plazo, se han indicado contribuciones de la nutrición a los rendimientos del 20% al 70% para cultivos extensivos”.
Para lograr reducir esa brecha entre los rendimientos actuales y los alcanzables, el especialista señala que se debe manejar la nutrición de cultivos a nivel de ambiente dentro de cada lote, de manera de ser más eficientes y efectivos en el uso de los nutrientes del suelo (recurso) y de los nutrientes aplicados vía fertilizantes, abonos o enmiendas (insumos). “La adecuada nutrición del cultivo es una condición necesaria pero no suficiente para el logro de altos rendimientos, la misma debe insertarse como un engranaje del sistema de producción. Nuestro objetivo debe ser el Manejo Responsable de los Nutrientes, el cual incluye 4 Requisitos: aplicar la fuente correcta en dosis correcta, en el momento y forma correctos”. Estos “correctos” -remarca García- deben basarse en principios científicos y en la evidencia generada a partir de trabajos científico-tecnológicos, “es decir una nutrición basada en evidencia”.
Cómo tomar decisiones
“La toma de decisión de la fertilización se basa en el diagnóstico de la fertilidad del suelo y de la nutrición del cultivo en cada ambiente dentro de cada lote en el cual trabajamos” dijo García e indicó que ese diagnóstico incluye:
- Análisis de suelo, evaluación del perfil del suelo, disponibilidad inicial de agua, presencia de napas
- Historia del lote/ambiente: rendimientos y fertilizaciones anteriores
- Rendimiento alcanzable, Año climático
- Monitoreo del estado nutricional del cultivo: Análisis foliar, sensores remotos y locales, imágenes, franjas de saturación
“Sin dudas el punto central es caracterizar el suelo y su estado de fertilidad y el análisis de suelo es inicial en esa evaluación. Vale destacar que, a nivel regional, el muestreo de suelos es una tecnología que aun siendo de bajo costo es poco utilizada, se estima que se muestrea solo un 20-30% de los lotes que se siembran”.
El especialista señala que el diagnóstico permite cubrir los dos primeros ´Requisitos´: la fuente (nutriente) correcta y la dosis correcta y remarca que ambos son clave para que la toma de decisiones sobre fertilizar mejore la productividad -achicando la brecha entre los rendimientos actuales y los alcanzables-, sea rentable y minimice el impacto ambiental y social.
“La identificación de ambientes con deficiencia asegura el uso rentable de nutrientes” dice García. Señala que en maíz, ambientes con deficiencias presentan respuestas de 15 a 25 kilos de maíz por kilo de nitrógeno aplicado, de 25 a 65 kg de maíz por kilo de fósforo y de 45 a 95 kilos de maíz por kilo de azufre, mientras que el costo varía históricamente entre 6 y 10 kilos de maíz por kilo de nitrógeno, de 20 a 22 kg de maíz por kilo de fósforo y de 4 a 8 kg de maíz por kilo de azufre. En soja, con costos de 11 a 13 kg grano por kg de fósforo y de 3 a 4 kg de grano por kg de azufre, se pueden esperar respuestas del orden de 19-30 kg de soja por kg de fósforo y de 20 a 70 kg por kg de azufre en ambientes con deficiencia de estos nutrientes. “Estos números evidencian la rentabilidad de la práctica de fertilización, aún sin considerar el efecto residual de cada nutriente” enfatiza García.
En cuanto a la decisión sobre el momento y forma correcta para realizar la fertilización, señaló que es importante recurrir a la información científica-tecnológica, especialmente la local, que constituye una guía para considerar las alternativas que serán más efectivas y eficientes para cada lote y cada ambiente según el sistema de producción (ambiente, manejo del productor, disponibilidad de capital, logística, etc.). Al respecto, indicó que existe mucha información científica-tecnológica generada por el INTA, las universidades, grupos de productores como CREA y AAPRESID, grupos de profesionales, asociaciones de la industria y otras instituciones, que debemos conocer y evaluar para incorporar en nuestros sistemas de producción.
Por último, comentó que las investigaciones en curso proponen nuevas tecnologías de procesos y de insumos que buscan proveer nutrientes para los cultivos en la búsqueda de máximos rendimientos desacoplando producción de impactos ambientales y sociales, “estemos atentos a esos desarrollos”.
“Una agricultura sustentable requiere del conocimiento científico-tecnológico de los distintos factores de producción y de las interacciones entre ellos” concluyó García.