Un estudio de la FAUBA determinó la huella de carbono de una empresa agropecuaria. Los resultados aportan información clave para tomar decisiones de manejo orientadas a producir cuidando el ambiente y a valorizar económicamente la producción.
A nivel global, el sector agropecuario aporta cantidades considerables de gases de efecto invernadero, responsables directos del cambio climático. En 2018, la agricultura y la ganadería argentinas produjeron el 39% de las emisiones totales del país. Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) en un establecimiento de Coronel Suárez —sudeste bonaerense— reveló que la ganadería emitió el triple de C que la agricultura, aunque su balance en suelos ganaderos fue positivo. Resaltan la importancia del avance científico para manejar las emisiones del agro en la región.
“Realizamos el estudio en un establecimiento de Coronel Suárez, provincia de Buenos Aires. Es principalmente ganadero, pero también se hace algo de agricultura bajo riego. Además de pasturas, para engordar terneros o novillos posee una serie de corrales a modo de feedlot”, dijo Belén Baglietto, egresada de la Licenciatura en Ciencias Ambientales (LiCiA-FAUBA).
Según Baglietto, la preocupación por producir cuidando el ambiente llevó a la empresa a querer conocer su huella de carbono. Para responder a esa incógnita, el trabajo con el que Belén egresó de la LiCiA se enfocó en determinar la magnitud de las emisiones y la captura de gases de efecto invernadero —o GEI— del establecimiento.
“Seguimos una metodología propuesta por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático. Como cada uno de estos gases tiene un efecto distinto en el ambiente, para realizar los cálculos usamos una unidad común, que se llama tonelada de dióxido de carbono equivalente”, explicó Belén.
Los resultados del estudio muestran que en la campaña ‘20-’21, las emisiones de la actividad ganadera casi triplicaron las de la agricultura. “La ganadería emitió en total 24.123 toneladas de dióxido de carbono equivalente al año —o t CO2e/año—, mientras que la agricultura emitió 8.226 t CO2e/año”, informó Baglietto a Sobre La Tierra.
Belén también analizó los flujos de entrada y salida de C en los suelos. “En los ganaderos registramos una ganancia de hasta 1,08 t C/ha al año. Pero a los agrícolas no les fue bien, ya que las pérdidas de carbono llegaron a 0,25 t C/ha al año. Estoy tranquila con estos valores porque coinciden con otras mediciones hechas en Coronel Suárez”.
En este sentido, Baglietto informó que en 2021, la Municipalidad de este Partido registró un emisión total de casi 611.000 t CO2e/año desde el sector agropecuario. “Eso significa que las emisiones ganaderas y agrícolas del establecimiento que estudiamos aportan el 6% y el 5% a ese total, respectivamente”.
Orígenes y destinos
“Al hablar de emisiones debemos tener en cuenta cuáles son las fuentes”, afirmó Adriana Rodríguez, docente de Forrajicultura en la FAUBA y directora del trabajo de Belén. Y añadió que en la ganadería son, sobre todo, la fermentación entérica y el manejo del estiércol, mientras que en agricultura es principalmente el uso de fertilizantes.
“En el trabajo vimos que el 69% de las emisiones ganaderas se originaron en el proceso digestivo de los animales; y en la agricultura, el 38% provino de la fertilización nitrogenada, en particular, en el trigo”, aseguró.
Y en cuanto al secuestro de C, Adriana destacó la importancia de las pasturas y los verdeos. “En gran medida, la captura de dióxido de carbono se vincula con el proceso de fotosíntesis que realiza la vegetación. Pero también a que en esos lotes se realizan pocas prácticas agrícolas que liberan CO2”.
El balance manda
Rodríguez, además, hizo hincapié en la importancia del balance de carbono. “Es el número que más importa. Es decir, al carbono que emite la agricultura o la ganadería debemos restarle el que captura o ‘secuestra’ el sistema. Solo la diferencia nos dice si las emisiones se compensan”.
“Durante muchos años se le ‘pegó’ a la producción ganadera por las emisiones de metano, que es un gas de efecto invernadero con gran impacto en el ambiente. Pero hace relativamente poco se empezó a medir cuánto carbono capturan las pasturas, los verdeos o los pastizales, por ejemplo, y por eso los consideramos en el trabajo de Belén”, explicó la docente.
Un avance para el agro en la región
Para Baglietto, uno de los logros principales fue generar un conocimiento faltante. “La información de base para el establecimiento está disponible y se puede avanzar en la mitigación pensando en cuáles prácticas priorizar: ¿la fertilización? ¿La cantidad de combustible que se quema para regar? ¿La dieta de los vacunos?”, se preguntó.
A esto, añadió que como los resultados también se apoyan en datos locales, es posible realizar extrapolaciones a escala regional. “Ahora, establecimientos similares al que yo trabajé cuentan con información relevante y precisa para tomar decisiones estratégicas”, resaltó Belén.
Rodríguez, por su parte, puntualizó que será clave acercar esta información a las y los productores de la región. “Es un camino importantísimo, porque al ponerla en práctica podrán encontrarle la vuelta a producir preservando el ambiente y con un beneficio económico”.
Por último, advirtió sobre los numerosos desafíos que enfrenta la agricultura. “La reducción de emisiones va a un ritmo lento, y otros sectores avanzan más rápido. La verdad es que el agrícola tiene objetivos más allá de los climáticos, incluyendo cuidar la biodiversidad y atender a las necesidades nutricionales y la seguridad alimentaria, entre otros. Por eso remarco que este trabajo representa un avance importante”.
(SLT-FAUBA) Por: Pablo A. Roset