La Chacra Aapresid Sistemas Integrados Agrícola-Ganaderos es un proyecto que reúne productores y especialistas con el objetivo de fortalecer las sinergias de la integración agrícola-ganadera.
La Chacra Aapresid Sistemas Integrados Agrícola-Ganaderos (SIPAG) es un proyecto que reúne 15 productores de Buenos Aires, La Pampa y Sur de Córdoba con especialistas de la FCA-UNR, INTA y UNICEN con el objetivo de fortalecer las sinergias de la integración entre ganadería y agricultura en busca de sistemas competitivos y sustentables.
La Chacra Aapresid Sistemas Integrados Agrícola-Ganaderos es un proyecto que reúne productores y especialistas con el objetivo de fortalecer las sinergias de la integración agrícola-ganadera.
En el marco del Congreso Aapresid 2025, su Responsable Técnica de Desarrollo la Ing. Agr. Clara Aranguren, presentó los avances obtenidos hasta el momento.
“El proyecto nació de algunas preguntas que interpelan al corazón de cualquier empresa agropecuaria:¿Cómo evitar la pérdida de productividad de los sistemas?¿Cómo lograr empresas más estables frente a la variabilidad climática y de mercados? y ¿Qué herramientas ofrece la integración agrícola-ganadera para alcanzar ambos desafíos?”, explicó Aranguren.
De allí surgió la misión del proyecto de “integrar para multiplicar”, y comenzó un trabajo de diagnóstico mediante indicadores para conocer el desempeño de las “patas” agrícola y ganadera, de identificación de niveles actuales de integración y oportunidades de mejora.
Otro de los focos de trabajo fue el estudio de rotaciones integradas de cultivos agrícolas, de servicios y praderas perennes, evaluando el efecto del pastoreo sobre la producción agrícola y de carne, el impacto de la rotación con pasturas sobre la salud del suelo, y la búsqueda de la proporción óptima entre años de agricultura y ganadería en los diferentes ambientes.
Ganadería bajo la lupa: destete y receptividad forrajera, algunos de los focos de mejora
El relevamiento inicial de la Chacra puso en evidencia que los nichos de mejora más claros están en “la pata ganadera”. Entre los hallazgos más contundentes se vio que los porcentajes de destete están por debajo de los alcanzables, marcando un área de mejora inmediata.
Destete, receptividad forrajera y asignación de actividades según aptitud de ambientes son algunos de los focos a ajustar en la ganadería.
En otra línea, se evidenció que la receptividad de los sistemas tiene un margen para aumentar la carga animal, siempre que se optimice el manejo de pastoreo.
Asimismo se detectó que la cría resulta más competitiva cuando se realiza sobre suelos de menor aptitud agrícola, reservando los ambientes de mayor potencial para la integración con agricultura de las etapas de recría y terminación.
Productividad: distintas estrategias, mismos resultados
Uno de los aprendizajes más valiosos es que no hay una única receta para producir carne en sistemas integrados. Tres campos analizados alcanzaron productividades similares (alrededor de 329 kg/ha) con estrategias muy distintas: cargas bajas (1,68 cabezas/ha) con ganancias diarias de 515 g, cargas intensas (3,2 cabezas/ha) con ganancias más bajas (320 g/día) y cargas intermedias, ganancias de 408 g/día y una duración de la recría más corta. Este mosaico confirma que el desafío está en ajustar la carga y el manejo del pastoreo en función de las ganancias diarias objetivo, más que en copiar modelos.
En algunos casos, los análisis sugieren que con ajustes simples en la planificación del pastoreo (ej. moderar la intensidad y respetar remanentes de 15-20 cm en verdeos de invierno), se podría pasar de 536 a 694 kg de carne/ha. Esto implicaría generar más kilos baratos en la recría, reduciendo los días necesarios de terminación a corral.
Agricultura: la integración también paga
La integración no solo fortalece a la ganadería: también impacta positivamente en la agricultura.
En uno de los establecimientos de la Chacra, en el sudoeste de Buenos Aires, una rotación integrada de 10 años mostró que el trigo sin fertilizar sembrado luego de praderas rindió más que el trigo fertilizado con urea, gracias a la mejora del suelo.
En otros de los establecimiento, al este de La Pampa, los datos históricos reflejaron que a mayor cantidad de años agrícolas, menor rendimiento relativo del girasol, reforzando la importancia de incluir pasturas o cultivos de servicios en las secuencias.
Los rindes relativos en girasol aumentaron cuando lo hizo la proporción de años con pasturas en la rotación.
En campos con vicia en rotación, las sojas implantadas sobre este antecesor llegaron a rendir más que las sobre barbecho limpio, incluso con uno o dos pastoreos intermedios.
El mensaje es claro: la ganadería bien integrada potencia la agricultura, mejorando rendimientos y sosteniendo la materia orgánica de los suelos aún después de décadas de uso.
Voces de productores: de “bichos raros” a protagonistas
Los propios productores destacan el valor de este espacio colectivo. Alberto Balbarrey, miembro fundador, recuerda: “En 2004, hablar de ganadería en siembra directa era una utopía. Hoy nos encontramos con un montón de ‘bichos raros’ que apuestan por este camino y, juntos, sabemos mucho más”.
“En 2004, hablar de ganadería en siembra directa era una utopía. Hoy nos encontramos con un montón de ‘bichos raros’ que apuestan por este camino”, aseguran los miembros de la Chacra.
Federico Comisso, aporta: “Antes éramos productores mixtos, pero una actividad siempre le quitaba espacio a la otra. La Chacra nos desafía a hablar de integración, a organizar datos y a aprovechar sinergias reales. Eso cambia todo”.
El camino por delante
El especialista de UNECN Javier Freddi advierte que el desafío no es menor: ordenar datos dispersos, generar protocolos comparables entre regiones y construir una base robusta que permita escalar la experiencia.
“Lo importante es no perder de vista que la ganadería integrada busca fortalecer la agricultura. Son sistemas más complejos, que exigen más Agronomía, pero que devuelven beneficios múltiples: estabilidad, productividad y suelos más resilientes”, resume.
La Chacra SIPAG tiene un horizonte acotado de tres años para sentar las bases metodológicas, pero sus integrantes coinciden: los aprendizajes de este proceso marcarán un antes y un después en la forma de concebir la integración agrícola-ganadera en Argentina.