En el actual contexto global marcado por la creciente demanda de alimentos, la degradación de los recursos naturales y desafíos vinculados a la mitigación y adaptación al cambio climático, el sector agropecuario argentino se presenta como un actor estratégico para aportar soluciones concretas, sustentables y basadas en evidencia. Lejos de ser parte del problema, la agricultura argentina representa una oportunidad estratégica para contribuir a la provisión de alimentos y energía de manera sustentable, a la adaptación de los sistemas productivos y la mitigación de emisiones.
Con más del 30?% del mercado mundial de granos y carnes, Sudamérica contribuye activamente a la seguridad alimentaria global, y lo hace con prácticas que demuestran una menor huella ambiental y un alto potencial de captura de carbono en los suelos, algo que solo la agricultura puede lograr.
Argentina lidera este proceso con una cadena agroindustrial de alcance global que integra producción y agregado de valor: es el mayor exportador mundial de aceite y harina de soja, ocupa el tercer lugar en exportaciones de maíz y el cuarto en carne vacuna, y su producción anual de granos supera los 135 millones de toneladas. Esta capacidad productiva se sostiene sobre prácticas sustentables: cerca del 90?% de las tierras cultivables utilizan siembra directa, lo que reduce significativamente la erosión del suelo y el consumo de agua. En comparación, a nivel global esta práctica alcanza solo el 15% de la superficie productiva.
La agricultura argentina ha construido esta trayectoria a lo largo de décadas de innovación tecnológica, trabajo territorial y articulación público-privada. La adopción masiva de la siembra directa, el uso de cultivos de servicio, la rotación intensiva y la incorporación de biotecnologías han permitido aumentar la producción por hectárea, reducir el uso de combustibles, mejorar la eficiencia hídrica y hasta duplicar la captura de carbono en los suelos.
La incorporación de tecnologías de precisión potencia este proceso, al permitir una gestión más eficiente y personalizada de los cultivos, optimizar el uso de insumos y minimizar el impacto ambiental. Su adopción consolida la posición de Argentina como líder en prácticas agrícolas sustentables, al integrar innovación con prácticas regenerativas.
Los avances del sector están respaldados por datos científicos y por modelos de innovación colaborativa que involucran a productores, técnicos, instituciones científicas y empresas. Estos modelos son clave para adaptar estrategias regenerativas a cada ambiente, generar conocimiento técnico confiable y garantizar que las soluciones sean efectivas y escalables. La sustentabilidad, en este sentido, no es una aspiración abstracta, sino una práctica cotidiana que se construye desde el suelo, con los productores como protagonistas, y se extiende a la cadena productiva.
Sin embargo, el reconocimiento internacional de estos esfuerzos aún es insuficiente. Las metodologías globales de medición de emisiones muchas veces no contemplan las realidades locales, lo que impide valorar adecuadamente el aporte de la agricultura regenerativa. Es fundamental avanzar hacia marcos de medición más representativos, desarrollados con participación activa del sector productivo y validados científicamente. La equidad en los mercados de carbono y en las políticas climáticas requiere estándares que reflejen el impacto real de las prácticas agrícolas en cada territorio.
Asimismo, el acceso a financiamiento es clave para escalar soluciones sustentables. La inversión en investigación y desarrollo, el fortalecimiento de marcos regulatorios y la generación de incentivos que reconozcan los servicios ecosistémicos brindados por la agricultura son condiciones necesarias para consolidar esta transición. El sector agropecuario argentino está preparado para liderar este proceso, no solo por sus condiciones agroecológicas, sino por la fortaleza de las redes colaborativas que involucran a productores, científicos, sector privado y público en la generación de conocimiento, innovación e impacto positivo.
En este escenario, el sector reafirma su voluntad de contribuir activamente a los espacios de diálogo, decisión y cooperación internacional. La agricultura argentina ofrece una propuesta concreta, basada en evidencia, con resultados medibles y potencial de escalabilidad. El futuro de la producción de alimentos debe construirse desde el suelo, con los productores como actores centrales, y con la sustentabilidad como horizonte compartido.
Argentina está lista para demostrar que es posible producir más y mejor, cuidando el ambiente, fortaleciendo las comunidades rurales y aportando soluciones reales a los desafíos globales. En el marco de la COP 30, en Brasil, y como aporte a las negociaciones climáticas en temas de agricultura que tendrán lugar en Australia 2026, convocamos a construir una agenda común que reconozca el valor estratégico de la agricultura argentina: una agricultura que mitiga, se adapta y lidera, desde el suelo y con los productores como protagonistas.
Llamado a la acción: hacia una agenda común.
Reconocemos que la agricultura puede ser parte de la solución a los grandes desafíos globales: seguridad alimentaria, cambio climático y regeneración de recursos naturales.
Argentina está preparada para liderar este proceso, gracias a su capacidad productiva, trayectoria en prácticas sustentables y redes colaborativas público-privadas.
Debemos basar nuestro posicionamiento en evidencia, con datos medidos, validados y contextualizados que reflejen el verdadero impacto de nuestras prácticas.
Los incentivos son fundamentales para acelerar la adopción de tecnologías, reconocer los servicios ecosistémicos que brinda la agricultura y garantizar que las prácticas regenerativas sean sostenibles en el tiempo.
La articulación entre actores -productores, instituciones científicas, sector público, privado- es clave para escalar soluciones, orientar políticas de cooperación y garantizar el reconocimiento al valor estratégico de la agricultura argentina.
Convocamos a sumar esfuerzos para que el mensaje del sector productivo argentino se escuche con claridad en los principales foros globales, como la COP30.
La Argentina cuenta con una base sólida para liderar una nueva etapa de cooperación internacional en materia de agricultura y cambio climático. Este documento expresa la convicción de un país que elige construir desde el conocimiento, la innovación y la evidencia. Convocamos a todos los actores de la cadena agroindustrial a fortalecer una agenda común, capaz de proyectar el valor estratégico de nuestra agricultura como motor de desarrollo, inclusión y sustentabilidad para el mundo.
Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA)
Asociación Argentina de Girasol (Asagir),
Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid),
Asociación Argentina de Trigo (ArgenTrigo),
Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (Acsoja),
Asociación Maíz y Sorgo Argentino (MAIZAR),
Asociación Semilleros Argentinos (ASA),
Cámara Argentina de Biocombustibles (Carbio),
Cámara Argentina de la Industria de Fertilizantes y Agroquímicos (CIAFA),
Cámara de Bioetanol de Maíz,
Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y CEC (Centro de Exportadores de Cereales),
Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe),
Confederación Intercooperativa Agropecuaria (CONINAGRO),
Cooperativa Agrícola de CONESA,
Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA)
Fundación Barbechando,
Fundación Nueva Generación Argentina (FNGA),
Fundación ProYungas,
Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA),
Sociedad Rural Argentina (SRA).































